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Tecnología satelital contra el desperdicio de alimentos

  • Foto del escritor: proyectogeosatelit
    proyectogeosatelit
  • 29 sept
  • 4 Min. de lectura

Cada 29 de septiembre conmemoramos el Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. La efeméride, proclamada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2019 (resolución 74/209) con el mandato explícito de catalizar cambios reales a lo largo de toda la cadena alimentaria, demanda más que gestos simbólicos: requiere acción coordinada, innovaciones tecnológicas y responsabilidad colectiva para revertir una crisis oculta que socava la seguridad alimentaria y la sostenibilidad global.


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¿La magnitud? Dos métricas complementarias ayudan a dimensionarla. Por un lado, la FAO estimó que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierde o desperdicia a nivel global, equivalente a 1,3 mil millones de toneladas anuales (estimación clásica que abarca pérdidas y desperdicios a lo largo de la cadena). Por otro lado, el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 del PNUMA cuantificó 1,05 mil millones de toneladas desperdiciadas en 2022 en los eslabones de hogares, servicios de comida y comercio minorista, es decir, 19% de los alimentos disponibles para consumidores, con los hogares responsables del 60%.

Las implicancias ambientales son severas: la pérdida y el desperdicio de alimentos explican entre 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, con una fracción considerable de metano proveniente de la descomposición de orgánicos. La paradoja es dolorosa: mientras se desperdicia comida a escala masiva, centenares de millones de personas enfrentan hambre aguda. En suma, desperdiciar alimentos es desperdiciar suelo, agua, energía, trabajo y biodiversidad, además de comprometer la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios frente a choques climáticos y económicos.


Causas estructurales y desafíos persistentes

La pérdida y el desperdicio (FLW, por sus siglas en inglés) son fenómenos distintos y acumulativos:

  • Pérdidas en producción, postcosecha y procesamiento: estrés hídrico no detectado a tiempo, plagas y enfermedades, infraestructura de almacenamiento deficiente o logística ineficiente.


  • Desperdicio en distribución y consumo: estándares estéticos rígidos, sobrecompra, mala planificación y almacenamiento doméstico inadecuado.

A ello se suman tendencias que agravan el cuadro: eventos climáticos extremos más frecuentes, cuellos de botella logísticos y altos costos energéticos.


¿Dónde se conecta la tecnología satelital con el FLW?

La relación existe y está certificada por la evidencia, sobre todo en las etapas tempranas de la cadena (donde se producen “pérdidas”) y en la capacidad de anticipar perturbaciones que terminan amplificándose como “desperdicio” más adelante.



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  1. Monitoreo de cultivos y detección temprana de estrés: Con imágenes de satélite e índices de vegetación como el NDVI, es posible detectar estrés hídrico, nutricional o sanitario antes de que sea visible a ojo humano. Esto habilita intervenciones oportunas (riego, fertilización, control fitosanitario) que evitan mermas y pérdidas en campo. Estudios recientes demuestran que es posible predecir pérdidas de rendimiento durante la temporada, incluso meses antes de la cosecha, con alta precisión explicativa.


  2. Alerta temprana y seguridad alimentaria: Diversas iniciativas combinan observaciones de la Tierra y consenso experto para vigilar condiciones de cultivo a escala regional y global, emitiendo alertas que ayudan a gobiernos y mercados a prevenir crisis y gestionar mejor oferta, importaciones o asistencia. Este tipo de información reduce la probabilidad de pérdidas masivas por cosechas fallidas o descoordinación logística.


  3. Gestión del agua con datos abiertos: La plataforma WaPOR (FAO) entrega, en cuasi tiempo real, métricas de productividad hídrica agrícola vía satélite para optimizar riego, priorizar inversiones y planificar turnos. Mejorar la eficiencia del agua reduce mermas por estrés hídrico y estabiliza la calidad de la producción.


  4. Pronósticos de rendimiento y decisiones de mercado: La teledetección alimenta modelos de pronóstico de rendimiento que orientan decisiones de cosecha, almacenamiento, transporte y comercio. La evidencia muestra que los pronósticos basados en satélite pueden activar respuestas logísticas a escala hemisférica que amortiguan shocks de oferta, evitando desperdicio por saturaciones puntuales o sobrerreacciones de mercado.


  5. Poscosecha y almacenamiento: Si bien el satélite no “mira dentro del silo”, la literatura muestra que la combinación de sensores remotos, IoT y analítica permite monitorizar calidad de granos y anticipar deterioro, reduciendo pérdidas poscosecha con estrategias preventivas (ventilación, hermeticidad, control de humedad/temperatura).


Chile: oportunidad de integrar el enfoque geoespacial En Chile, la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos (ENRO) fijó metas ambiciosas para valorizar la fracción orgánica —incluido el desecho alimentario— mediante compostaje domiciliario, separación en origen y programas municipales. Entre sus objetivos: valorizar 30% de los residuos orgánicos municipales y llegar a 500 mil hogares con composteras o vermicomposteras.


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Este impulso se puede potenciar integrando observación de la Tierra en políticas agrícolas y de seguridad alimentaria. Tres palancas concretas:


  • Sistemas de alerta agroclimática por satélite para sequías, heladas e inundaciones, priorizando territorios de alta variabilidad climática (Norte Chico, zona central, Patagonia).


  • Servicios de asesoría de riego sustentados en WaPOR y redes locales, reduciendo pérdidas por estrés hídrico y mejorando productividad hídrica.


  • Pronóstico subestacional de rendimientos para planificar cosecha, capacidad de frío/transporte y donación oportuna de excedentes, evitando que alimentos comerciables se vuelvan inservibles.


Estas acciones dialogan, además, con la agenda de emisiones: al disminuir orgánicos que llegan a vertederos y optimizar cosecha y logística, contribuimos a mitigar metano y a cumplir compromisos climáticos.


Satélites como aliados discretos de la seguridad alimentaria

A pesar de que los satélites no “resuelven” el problema por sí solos, ya son aliados discretos y eficaces para ver antes, decidir mejor y coordinar a tiempo. La evidencia actual —desde la vigilancia de cultivos y el pronóstico de rendimientos, hasta la gestión del agua y las alertas tempranas— demuestra que incorporar observación de la Tierra en la toma de decisiones reduce pérdidas y, por extensión, evita desperdicios y emisiones.


Nuestra tarea —como instituciones, empresas y ciudadanía— es cerrar la brecha entre la conciencia y la acción: medir con rigor, priorizar intervenciones costo-efectivas y codiseñar cadenas de suministro resilientes que conviertan datos en decisiones. Porque cada hectárea salvada, cada cultivo protegido y cada alimento recuperado importa: es menos metano en la atmósfera, más seguridad alimentaria y un paso tangible hacia un sistema alimentario más justo, eficiente y sostenible.


 
 
 

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